Mientras no exista un plan de país consensuado entre los diferentes sectores, Honduras no va a dar pasos firmes hacia el fortalecimiento de la democracia y del Estado de Derecho.

Así lo han recalcado líderes de la iglesia, de la empresa privada y generadores de opinión de instituciones de la sociedad civil. Desde su punto de vista, los políticos tienen que ser protagonistas de un gran acuerdo en busca del bien común y de la justicia.

La crispación social que existe en el interior del país, se mezcla con una especie de sobresaltos que se reflejan en la política exterior, observada desde varios ángulos.

Para unos, Honduras ha dado un giro en la misma corriente de la izquierda latinoamericana que podría traer más resultados negativos para el país en el concierto de naciones.

Otros piensan que el país está dando pasos congruentes con la soberanía y con las sentidas demandas del pueblo, más agobiado por la desigualdad social, la corrupción y la pobreza.

Hay que dar lectura a la determinación del gobierno de la presidente de Perú, Dina Boluarte, de retirar a su embajador en Tegucigalpa, tras las declaraciones de la gobernante hondureña, Xiomara Castro, en respaldo al destituido exmandatario del país sudamericano, Pedro Castillo. ¿Debe Honduras tomar partido en asuntos internos de otra nación? Las respuestas son encontradas.

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También son de sobra conocidos el cruce de opiniones entre el canciller Eduardo Enrique Reina y la jefa de la delegación diplomática de Estados Unidos, Laura Dogu.

Han generado momentos de tensión que fue más o menos aliviada en reuniones y consultas posteriores en las que han participado los principales actores, en un intento por acercar posiciones y revisar la agenda de intereses comunes entre Honduras y Estados Unidos.

El debilitamiento del Estado de Derecho y los discursos cargados de ideología, son signos que algunos grupos de opinión observan como una amenaza.

Un informe denominado Riesgo Político en América Latina, señala textualmente: “la democracia a nivel global está bajo asedio. La mitad enfrenta un serio proceso de deterioro mientras los autoritarismos aumentan tanto en número como en su nivel de represión”.

Consecuencia de ello, dos tercios de la población mundial vive ahora en democracias en retroceso o en regímenes híbridos y autoritarios con un tinte populista.

Los análisis sobre la política en América Latina subrayan la existencia de cuatro regímenes autoritarios: Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití. En el otro extremo se ubica Uruguay.

Entre ambas categorías se encuentra un conjunto de países calificados como democracias imperfectas o bien como regímenes híbridos y todo parece indicar que las perspectivas para 2023 seguirán en línea negativa.

Los expertos latinoamericanos han apuntado que El Salvador dejó de ser una democracia para convertirse en un régimen híbrido; en Bolivia, el sistema político de las mayorías es de baja calidad y en México la creciente militarización, la criminalidad y el descontento social ponen en entredicho al gobierno de aquel país norteamericano.

Honduras está en una compleja zona donde se suman una fragilidad del Estado de Derecho, una democracia que no es eficiente, una inconformidad social en efervescencia. La respuesta está en los consensos para formular una visión de país.

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