Estas condiciones no pueden estar separadas si la visión de país está puesta sobre el bienestar de la población, la gobernanza, el respeto a las leyes, el afianzamiento de la democracia y la construcción de una economía robusta con justicia social.

Todos estos conceptos están rotos en nuestro país. El Congreso Nacional no sale de su postración, porque las fuerzas antagónicas no han podido avanzar hacia un acuerdo para construir una agenda mínima. El debate legislativo ha sido sustituido por las acusaciones sobre intrigas, denuncias de desestabilización y amenazas de golpes técnicos en menoscabo de los Poderes del Estado.

Los partidos políticos pierden cada vez más su papel en la democracia, mientras los liderazgos se desploman en desmedro del sistema democrático del país.

Si una desgracia nos ha caído encima es la polarización política y la improvisación de los gobernantes en el ejercicio del poder que han convertido a Honduras en un país de inequidad social y enclaustramiento económico.

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La pobreza aumentó unos diez puntos en los años que siguieron a la emergencia sanitaria y sigue al alza, a pesar de la disponibilidad de recursos captados a través del pago de impuestos.

Los ingresos tributarios se han incrementado en 80 por ciento en casi una década, al pasar de 79 mil millones de lempiras a 144, 000 millones; sin embargo, los niveles de fragilidad social más bien se han profundizado.

La inversión extranjera cayó de un promedio de 1,400 millones de dólares a 700 millones, las reservas internacionales netas descendieron hasta los 7,554 millones y los expertos han proyectado que el flujo de las remesas, una de las principales fuentes de sostenimiento de la economía, puede entrar en un estancamiento o retroceso.

Cuarenta mil puestos de trabajo fueron cerrados este año, sólo en la maquila, y otro tanto de plazas temporales no fueron creadas al término del año, debido a la derogación de la Ley de Empleo por Hora.

Agregamos otro dato que refleja una verdadera tragedia: más de mil hondureños, en su mayoría jóvenes, abandonan a diario el país rumbo a Estados Unidos, porque ya perdieron toda esperanza de una vida próspera.

No hay manera de revertir esta condición de deterioro si lo que se imponen son los discursos de confrontación de los políticos en el poder hacia los organismos disidentes de la sociedad civil y la empresa privada, que es la que genera empleos, entera impuestos e impulsa la producción y la competitividad.

La crisis múltiple de Honduras es la prueba de que la misma clase gobernante conspira contra el rescate de la democracia, el fortalecimiento de la economía y la justicia social.

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